No todo el mundo está dispuesto a dejar de lado las comodidades del mundo material para seguir su musa. No es el caso de Townes Van Zandt. Criado en el seno de una familia texana acomodada, su padre era un importante abogado relacionado al petróleo y el pequeño Townes pasó su infancia mudándose casi continuamente. La epifanía llegaría al ver a Elvis en el aquel legendario show de Ed Sullivan y la decisión definitiva vendría de la mano de The Times They Are A-Changin' de Dylan; adiós estudios y a vivir por y para la música.
Después de unos cuantos años de idas y venidas, de pasar -literalmente- hambre, se fue afianzando como compositor y empezó a conseguir residencias en lugares chicos. También en esos años de búsqueda se hizo íntimo amigo del alcohol y las sustancias que lo acompañaría por el resto de su vida y lo definirían también como poeta y músico.
Townes Van Zandt es su tercer disco de estudio, aparecido en el ’69, casi inmediatamente después de Our Mother the Mountain.
¿Qué mejor manera de empezar que con una de sus mejores canciones? "For the Sake of the Song" es brillante, simple, elegante y con todas las características de Van Zandt como escritor e intérprete. Juega mucho con las imágenes, haciendo uso de palabras completamente cercanas al lenguaje habitual, pero sin caer en obviedades. "For the Sake..." ya había aparecido en su primer LP, pero la versión en este caso es muy diferente; más despojada, más acústica. Cada cual sabrá con cual versión quedarse pero las dos valen la pena. Las otras tres regrabadas son "I'll Be There In the Morning", "Waiting Around to Die" y "Quicksilver Dreams of Maria". Es claro que Van Zandt sabía cuando tenía un as en la manga y dado que la distribución de aquel primer álbum fue escasa (por no decir nula) decidió jugar otra vez esas cartas fuertes. Confirmando la teoría de que todos los autores dejan huellas autobiográficas en sus trabajos, la melancolía inherente a toda la obra de Van Zandt es clarísima en estas canciones, con esa tristeza romántica tan característica, el imaginario surrealista del Dylan de mediados de los sesenta y la recurrencia de situaciones cotidianas.
"Waiting Around to Die" es impresionante. La letra tiene que ver con la heroína (nombrada acá como “Codeína”), la temible droga que sería su inspiración pero también su cruz. La música conmueve y la voz, quejumbrosa pero firme, es un perfecto ejemplo de cómo hacer mucho con pocos elementos.
Los discos que grabó durante su carrera, que son varios y muy buenos, pasaron prácticamente desapercibidos excepto para unos pocos (sobre todo músicos) pero en los noventa, los hermanos Cohen incluyeron una extraña versión de "Dead Horses" de los Stones en la banda sonora de una de las mejores películas de los últimos veinte años: El Gran Lebowsky. El culto por Townes Van Zandt parecía crecer día a día. Si a eso sumamos el constante murmullo de músicos y amigos en vida como Steve Earle o Emmylou Harris…
Lo de siempre; a la larga, el tiempo siempre les da la razón a los que la tienen.
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