Si a Ian
Skelly alguna vez le hicieron los repetidísimos chistes sobre bateristas, con
Cut from a Star se encargó de sacárselos de encima a todos. Siempre a la sombra
de su hermano -James- en The Coral, atrás de los parches, debe haber llegado a un punto en
que necesitaba mostrar sus cualidades y sacar su disco solista y la verdad es
que se luce. Incluso es un disco que puede llegar a gustarle a los que no son
adeptos a la otra banda de Liverpool.
Es más; a lo largo de este debut no hay batería en varios de los temas, sí hay percusión y miles de instrumentos de color (oboes, flautas, teclados, etc.) y cuando aparece la batería está grabada con un nivel de sutileza que sorprende, nada haría pensar que estamos ante el disco solista de un baterista. Skelly es claramente un compositor de canciones, hecho y derecho.
Bueno… y ¿de que va musicalmente el disco? Es pop psicodélico, del mejor. Tiene un pequeño regusto retro pero en ningún momento suena a disco viejo, a refrito, es claramente un álbum hecho con miras al futuro, un intento de actualizar el sonido de los Zombies, del primer Scott Walker, de Barrett, pero para el siglo veintiuno, sin ignorar todo lo que pasó entre medio, el post punk de Echo & the Bunnymen (otros coterráneos) y la neo-psicodelia de los noventa de Beta Band o los mismos Flaming Lips.
Si bien la manera de componer y de cantar de Ian Skelly parece tener como punto de partida a varios de los que nombramos anteriormente, en ningún momento sus canciones suenan convencionales o remanidas, es solo cuestión de escuchar “Paper Sky” o la elegantísima “Nickel and a Dime” para darse cuenta que esto es algo nuevo, que es difícil encontrarle comparaciones o puntos de referencia. En “D.N.A.” incluso, uno de los puntos altos indiscutidos, hay una interesante mezcla entre los primeros Moody Blues y el spaguetti-western de Morricone, todo bañado por una pátina de misticismo oriental que termina siendo un verdadero álmibar auditivo. No esperan guitarrazos ni estridencias en Cut from a Star, lo de Skelly viene por el lado del arreglo inteligente, del cambio de ritmo inesperado y por el sacrificio en pos de una totalidad; la canción.
En esta era en que sabés que si alguien te dice que esta es la “banda del momento” sabés que tenés que desconfiar de manera automática, que alguien haga un disco sin más aspiraciones que hacer canciones hermosas, que seguir su musa a ciegas sin importarle el resultado, porque es clarísimo que este disco no aspira a ningún tipo de masividad, es más que meritorio. Chapeau por Ian Skelly, el baterista de The Coral.
Chequear también:
The Moody Blues - A Question of Balance
The Coral - Butterfly House
Bill Ryder-Jones - A Bad Wind Blows In My Heart
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