Los que al
principio nos negamos al krautrock, los que inicialmente nos resistimos,
intentamos buscarle la vuelta para dejarlo de lado o simplemente descartarlo de
plano, nos tuvimos que comer nuestras propias palabras. Por eso siempre son
buenas las segundas oportunidades. Siempre que creemos y repetimos cosas como “este
es mi palo” o “no es mi estilo” tenemos que pensarlo dos veces; son los
síntomas más evidentes de achatamiento mental, de pereza. Y si, todo lo nuevo
se resiste, nos cuesta, nos desafía y nos pone en evidencia. Y nada más nuevo y
desafiante que el krautrock.
El género
surgió (como casi siempre pasa) como un respuesta, como una reacción. Eran los
pibes que no querían tener absolutamente nada que ver con la generación
anterior, con sus padres, muchos de ellos partícipes directos de la masacre
histórica perpetrada por el régimen nazi en la segunda guerra mundial. Era
borrón y cuenta nueva. De ahora en más vamos a crear la música alemana que nos
define y a la vez nos separa. No va a haber ningún elemento del blues
americano, nada de melodías pegadizas al estilo beatle. Acá empezamos de cero. Lo lograron. ¡Y cómo!
No nos
vamos a extender mucho sobre el género en cuestión, eso lo podés buscar en
cualquier lado pero si vamos a tratar de describir con qué te vas a encontrar a
la hora de escuchar Zuckerzeit, el tercero de una de las bandas emblema del movimiento,
Cluster.
Para empezar está “Hollywood” y si ya escuchaste Kraftwerk (quizás la banda más
famosa) o Neu! vas a notar que la cosa viene más o menos por ese lado; paisajes
sonoros en lugar de canciones, ritmos monótonos, sintetizadores que suben y
bajan, colorean, pasan al frente y vuelven… una monotonía que está usada como
recurso, a modo de virtud. Por ahí sirve la comparación con el reggae o con el
dub, te hacen entrar en una especie de trance de manera que los cambios, que
son pocos y nunca son abruptos, llaman mucho la atención y ahí reside el
atractivo. Parece que no pasa nada pero si prestás atención está pasando de
todo pero a otro nivel, cero estridencias.
Tambien hay que decir que, con respecto a los discos anteriores, este representa
un cambio no menor, es menos psicodélico que Cluster II, hay menos elementos
librados al azar y la producción de Michael Rother (de Harmonia) se hace notar
y mucho. Tanto Roedelius como Moebius suenan más “contenidos” que en los discos
anteriores, acá trabajan completamente en función de las canciones. Escuchen
los sonidos de “Rote Riki” o el clima siniestro de “James” para sacar sus
propias conclusiones.
Si ya los
conocés sabés de lo que estamos hablando pero de lo contrario, si tenés ganas de
explorar una música que todavía no ha sido digerida (y regurgitada) por la depredadora
maquinaria que es la música mainstream hoy en día, Cluster te va a hacer buena
compañía. ¿Por qué no empezar por Zuckerzeit, el tercer disco?
Chequear también:
Can - Soundtracks
Cluster - Cluster & Eno
Ash Ra Tempel - Schwingungel
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