Es muy fácil distinguir a qué lugar pertenece cada grupo; mientras que unos se esfuerzan muchísimo por aparecer en las tapas o en las revistas con cara de ojo-que-somos-tipos-muy-duros, los otros tratan de darle una vuelta de tuerca al asunto ya desde la imagen. Otro “truco” es dar un vistazo rápido a los títulos de las canciones. Si hay mucho "Belcebú vendrá para reinar" o "Descuartizado por un tren" lo mejor será desconfiar.
Por suerte los suecos de Graveyard se las arreglan para evitar hábilmente caer en esos lugares comunes y aún así sonar pesadísimos, convincentes y a escapar con gracia del guetto autoimpuesto de la música que hacen. También los ayuda mucho el hecho de que tienen puntos de referencia de esos que son casi sello de garantía; adoran a Black Sabbath y todo el hard-rock de los setenta. Eso es clarísimo a primera escucha, ya desde el primer tema, "Ain't Fit to Live Here", Joakim Nilsson suena en algún extraño lugar entre el Ozzy de los primeros años y el Hetfield de Ride the Lightning. Con "No Good, Mr. Holden", el segundo tema, ya muestran un buen despliegue de recursos y dejan claro que manejan los matices indispensables para sacar adelante un disco como es Hisingen Blues o sea que, si para esta altura no te convencieron, lo tuyo viene por otro lado. A otra cosa y no perdamos más tiempo.
Pero a los que nos agarraron nos espera un camino de lo más entretenido. El tema que dá título al álbum es de esos rápidos, bien roqueros, con cortes, gritos y hasta guitarras gemelas armonizando. Incluso hay unos efectos de sonido extraños que le hacen un guiño cómplice a la época dorada de Hawkwind, el de Space Ritual o Hall of the Mountain Grill. ¿Quieren variedad? Escuchen el clima bien siniestro y blusero que proponen en "Uncomfortably Numb" (si, si… The Wall), un temazo épico de más de seis minutos en donde van y vienen, suben y bajan y el olor a porro se siente a dos cuadras. "Longing" tiene un comienzo-homenaje al spaguetti western que es una delicia y en "The Siren", casi al final, se mandan uno de esos rocazos sureños bien al estilo Lynyrd Skynyrd, Bob Seeger, etc. Mientras que las bandas del primer grupo se preocupan por tener la mejor guitarrita del mercado y el mejor sonido que la tecnología permite, en Graveyard ni se calientan por arreglar los pifies, sacrificando técnica y prolijidad por espontaneidad y frescura.
Vaya uno a saber que les depara el futuro a estos suecos, pero que vienen bien encaminados está claro. Clarísimo.
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