Los Arctic
Monkeys deben ser la banda más fácil de odiar de todas. No hace falta decir que
a los que escuchamos muchos discos y estamos hasta el cuello en este asunto nos
encanta odiar bandas. Y la verdad es que hay muchos motivos; todo el mundo sabe
lo que cuesta empezar, arrancar, que te presten atención, que te pasen en las
radios y etc. Estos pibitos estaban por todos lados y eran anunciados como La
Gran Cosa Nueva cuando… ¡ni siquiera habían sacado un disco! Fueron una de las
primeras bandas en sacar partido del boom de Internet y Youtube en particular.
Otros también los odian porque los escuchan las chicas, o sus hermanas menores,
un argumento tan válido y roquero como cuando cierta gente les gritaba “putos”
a los hippies por llevar el pelo largo.
Casi está de más decir que muchos de esos odiadores profesionales ni siquiera se tomaron el trabajo de escucharlos.
Casi está de más decir que muchos de esos odiadores profesionales ni siquiera se tomaron el trabajo de escucharlos.
Una lástima porque son buenos, tocan bárbaro, cambian mucho de un disco al otro, tienen un cantante con personalidad y muchísima onda y encima son una de esas bandas que funcionan como termómetro de nuestros días, como cronistas de lo que pasa por la cabeza de la generación que representan, sin caer en las simplificaciones o en el bajón post-Valium que caracteriza a una gran parte de la música moderna/actual.
Después de haber hecho punk hiperquinético, canciones pop perfectas, rock pesadito medio a lo bestia (no muy creíble, digámoslo) de la mano del amigo Josh Homme, el capo de Queens of the Stone Age ahora viene el turno del disco bailable de los Arctic Monkeys, como se podría caratular al flamante AM. No es tan así, como era de esperarse.
Se puede decir que la pieza central del disco es “No. 1 Party Anthem”, que no
tiene nada que ver con lo que su título sugiere, sino más bien lo contrario, es
Alex Turner mirando a la pista vacía, dejando que la mente vaya a parar a
lugares melancólicos y un poco tenebrosos. En medio de una melodía beatlesca,
más bien al estilo Harrison, más de uno se arrancaría varios pelos por sacar de
la galera una canción como esta. También hay mucho groove y rastros evidentes
de funk pero está muy lejos de la música idiotizante que parece ser la consigna
o lo que se entiende como “música para bailar” en la mayoría de los lugares
destinados para tal fin. Si vamos a bailar y va a sonar “Why’d You Only
Call Me When You’re High?” será más que bienvenido pero es difícil que se
convierta en un hit masivo a menos que lo enchastre algún DJ berreta de esos
que tanto abundan.
Hay falsettos, ritmos pegadizos, estribillos con gancho y mucha producción pero AM está muy lejos de ser un disco pasatista, bolichero o como quieran llamarle. Sí es nocturno a más no poder, sexual, atractivo y sugerente. Rock ‘n’ roll, digamos.
Hay falsettos, ritmos pegadizos, estribillos con gancho y mucha producción pero AM está muy lejos de ser un disco pasatista, bolichero o como quieran llamarle. Sí es nocturno a más no poder, sexual, atractivo y sugerente. Rock ‘n’ roll, digamos.
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