Los temas siguen siendo más o menos los mismos de siempre; que estamos condenados desde el nacimiento mismo, que todo esto no tiene sentido y que más vale hacerle frente con la mejor cara disponible. Pero esta vez parece que la cosa no viene tan negra como en trabajos anteriores, hay melancolía extrema, por supuesto (sino no sería un disco de Eels) pero hay lugar para el humor, la ironía y las guitarras fuertes. Sobre todo las guitarras fuertes. Everett es un cantante técnicamente limitado, como el ochenta por ciento de los cantantes de rock/pop en realidad, eso lo sabemos todos, pero sabe suplir esa carencia con varios recursos. Es un capo a la hora de arreglar los temas, en la forma de producir sus discos y grabarlos, Wonderful, Glorious suena espectacular, eso hay que decirlo y la variedad estilísitica que ostenta es algo nuevo en su nada desdeñable discografía, alternando entre baladas de corazones rotos (“True Original”) con temas furiosos y extravagantes desde el punto de vista sonoro (“Stick Together”), ese balance es fundamental para hacer que el disco se sostenga como entidad, para mantenernos atentos a lo largo de su hora y media de duración. Que Everett es un fanático acérrimo de Tom Waits no es novedad pero nunca se había acercado tanto a su héroe como en “Open My Present”, en donde hasta canta parecido o en “Peach Blossom” que, directamente, parece salido de Bone Machine. Este último también presenta una pequeña novedad, acá parece incitarnos a detenernos a prestar atención a los detalles, a apreciar las pequeñas cosas… Al fin y al cabo siempre se debatió entre el sentimentalismo y la fatalidad.
Como ya hemos dicho, es casi imposible que haya nuevos fans de Eels a partir de Wonderful, Glorious, este es un disco que de alguna manera predica entre los conversos. Escuchándolo, degustándolo y sorprendiéndose (por momentos) uno no puede menos que agradecer el hecho de pertenecer a esta pequeña secta.
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