En Mule Variations lo vemos balanceando con notable habilidad todas sus facetas como compositor, como cantante e incluso como arreglador. Está el poeta triste, llorando al borde del piano, en joyas como “Georgia Lee” o “The House Where Nobody Lives” en donde se pone en la piel de esos tipos que parecen no pegar una jamás y que disfrutan de relatar sus desgracias al primero que ponga medio oído. Por supuesto que el freak, el monstruo, esa extraña mezcla entre Mefisto y Howlin’ Wolf que tan bien le sale, se hace presente y mejor que nunca en “Eyeball Kid” o “Filipino Box Spring Hog” en donde Marc Ribot se divierte sacando ruiditos raros de su guitarra en esta suerte de blues desvencijado.
Otro de los puntos altos del disco es “What’s He Building”, una mezcla de cuento de Lovecraft y sátira social en donde se burla descarnadamente de los vecinos mediocres, que viven pendientes de la vida ajena, y se despacha con algunas de sus frases más cómicas e ingeniosas: “Oí decir que tiene una ex mujer en otra ciudad y que estuvo preso una vez / nunca saluda cuando pasa y tiene suscripciones a esas revistas / ¿y que me contás de esos paquetes que manda?”. Todo condimentado con una música asfixiante que parece proclamar a Waits como el próximo gran compositor de bandas sonoras para películas de terror. Mule Variations está lleno de estos chistecillos, en manos de otro sonarían un poco tontos pero él se encarga de darles la música adecuada para que eso no pase.
A diferencia de muchos tipos de su edad no parece estar dispuesto a aflojar, con algunos discos recientes que se pueden acomodar cómodamente con los mejores que ha hecho, como los “gemelos” Blood Money y Alice o Real Gone, del 2004. Pero fue acá, en Mule Variations cuando supo darle un giro inteligente a su carrera. Parece que hay cuerda para rato.
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